
El machismo en la lengua es un tema que se halla sometido a un constante debate desde hace unos años ya, debido a la creciente concienciación sobre el problema que supone el machismo en la sociedad actual.
A lo largo de la historia, los grupos humanos, en su gran mayoría, se han regido por una distribución desigual del poder entre mujeres y hombres. Desde la división sexual del trabajo que viene dándose desde la Prehistoria hasta la prohibición de la participación de la mujer en el ámbito político y religioso, pasando por la reducción a un mero objeto sexual del mal llamado "sexo débil" y la negación de derechos de la mujer (de la que estamos siendo testigos a día de hoy en España con la nueva ley del aborto), la masculinidad hegemónica se ve plasmada en la lengua.
Es necesario apuntar que el idioma castellano en sí no constituye un obstáculo, una amenaza o un impedimento para el proceso de liberación de la mujer, ya que como se ha comentado anteriormente, el uso que se hace de la lengua no es más que el reflejo de la cultura y el pensamiento de aquellos que la hablan.
Así, el empleo de un lenguaje sexista en el castellano, se explica mediante la hegemonía histórica de la que han disfrutado los valores patriarcales y la mentalidad machista en los países de habla hispana.
De esta manera, se encuentran ejemplos de este fenómeno, tales como las connotaciones positivas que se le dan a ciertas palabras masculinas, mientras que a sus homólogos femeninos se les otorga cualidades negativas (véase "zorro" y "zorra" o "golfo" y "golfa").
El diccionario se construye a la medida del uso de una lengua, y para que el machismo desapraezca de esta, primeramente habrá de desaparecer de la mentalidad de las personas.
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